Para muchas personas escalar montañas puede ser peligroso, pero para otras es un deporte de aventuras alucinante. Lo cierto es que escalar montañas cada vez está teniendo mayor aceptación entre las personas, que se aventuran a practicar este deporte durante sus días de tiempo libre.

Hacer montañismo no solo desarrolla nuestra fuerza y resistencia sino que va a facilitar nuestra dieta

Los beneficios que hay al escalar montañas son incontables, pero haremos una selección de los más destacados. Hacer montañismo no solo desarrolla nuestra fuerza y resistencia sino que va a facilitar nuestra dieta. Además, es fácil darnos cuenta de que la comida poco saludable no aporta la energía necesaria y con esta actividad, conseguiremos cuidarnos más y entrenar a nuestros pulmones.

Asimismo, veremos lugares que muy pocas personas pueden ver. Todos podemos observar espectaculares fotos fotografías en Internet, pero es muchísimo mejor vivirlas en persona. El tiempo y el esfuerzo que requiere escalar una montaña no está al alcance de todos, ya que requiere de una preparación física previa.

Cuando pisamos una cumbre, podemos estar bastante seguros de que somos una parte muy pequeña de personas que han conseguido hacerlo y de que el paisaje contemplado lo han visto poca gente.

Por si fuese poco, conoceremos gente especial. La gente que practica senderismo y alpinismo, generalmente son personas interesantes con mucha vida. Siempre encontraremos cosas en común para compartir. Su personalidad es positiva, fuerte, confiable y son muy felices de encontrarse en un lugar que les arranca este tipo de sonrisas y sensaciones.

No debemos perder la oportunidad de hacer amigos o bien unirnos a algún grupo de montaña, ya que el objetivo de todos es único: disfrutar de la belleza que ofrecen los espacios salvajes de la naturaleza.

Por otra parte, las montañas tienen algo especial, que puede llamarse también magia. Puede que sea por ese contraste entre el peligro y la hermosura o porque pone en nuestra vista cosas grandes que nos hacen sentir muy pequeños. Aunque no lo sabemos, tenemos la sensación de que la conexión entre hacia ella es existente, y allí en esos lugares los problemas de la vida cotidiana se disuelven.

Por otro lado, nos enseñan a tener paciencia, persistencia y gratitud. Aprenderemos a no rendirnos, sabiendo que hay una recompensa más allá del esfuerzo. Podemos estar meses o incluso varios de ellos con intentos fallidos y dolor, pero sabemos que al final lo vamos a lograr. Es alcanzar una meta, un sueño y una sensación que es adictiva.

Por otra parte, también no sensibiliza con nuestro entorno. Después de contemplar la manera en que lucen lugares que han sido poco tocados por el humano, nos darán ganas de protegerlos. Es posible que hasta lleguemos a entender por qué hay tantas reglas que cumplir en parques protegidos e incluso lo agradeceremos.

Reciclaremos más, tendremos bitos más sostenibles o reutilizaremos todo aquello que no utilizamos. También nos enseñarán a ser positivos. Y por último, es la mejor manera de disfrutar de los pequeños placeres de la vida.