La aventura es un concepto muy amplio que solemos identificar con algo positivo, aunque hay ciertas veces que el contexto es negativo para algunas personas. El origen etimológico de esta palabra nos descubre puntos interesantes que explican la esencia de este término y cómo se asocia a actividades al aire libre y de montaña.
El origen de la palabra “Aventura” lo encontramos en el latín, con el término “adventura”, participio del verbo advenire. En latín, “adventura” significa básicamente “las cosas que han de llegar”, de forma que podemos identificarla con un sentimiento de incertidumbre ante los acontecimientos que se plantean en el futuro.
Hoy en día, la palabra ya ha experimentado mucha evolución, por lo que podemos tener incluso connotaciones negativas hacia ella por el uso excesivo que se hace del término en las campañas de publicidad de las agencias de viajes, por ejemplo. Sin embargo, generalmente es un término positivo y para mucha gente representa las expediciones a lugares lejanos llenos de encanto o bien a la realización de actividades al aire libre que suponen una salida de la rutina para nuestra mente.
¿Por qué debemos adentrarnos en actividades de aventura?
En el mundo en el que vivimos, la rutina y la carga de trabajo es algo que puede llegar a quemar por dentro a muchas personas. Por eso, recurrir a la aventura puede ser algo estimulante y puede cargar “nuestras pilas”, que se suelen ir descargando poco a poco con los qué haceres habituales de nuestro día a día.
De esta forma, cualquier viaje a sitios desconocidos puede ser una acción realmente beneficiosa para nuestro bienestar, pero la aventura no solo se basa en eso. Podemos considerar una aventura realmente estimulante realizar juegos y actividades al aire libre, como los que proponemos en Aventuring. Estos juegos ponen a varias revoluciones a nuestra mente y nuestro cuerpo, ofreciendo además diversión en grupo que ayuda a mejorar muchas de nuestras capacidades internas.